Todas las mañanas llevo a mis hijos al colegio en coche. El trayecto no es muy largo pero, de todos modos, y para aprovechar el tiempo, jugamos a buscar números de matrícula capicúa. Es un juego sencillo, que ellos pueden entender fácilmente, y todo gracias a que la propia definición de capicúa es sencilla e inequívoca.
El problema aparece cuando, de repente, uno de mis hijos dice: Esa matrícula es casi capicúa. Muchas veces, cuando esto ocurre, el otro dice: «No, esa matrícula no es casi capicúa. Le queda mucho para serlo». Y el caso es que los dos tienen razón.
En este caso, para saber si un número es casi capicúa o no, no disponemos de ningún criterio sencillo que nos permita determinarlo. Lo que para alguien es casi capicúa puede estar muy lejos de serlo para otra persona.
En realidad, para determinar si un número es casi capicúa, necesitaremos definir una función que nos permita medir la distancia a ser capicúa. Una vez definida la medida, necesitaremos definir un umbral de valores de esa medida dentro del cual consideraremos que la matrícula en cuestión es casi capicúa.
Por ejemplo, si nuestra función mide el número mínimo de dígitos que tenemos que alterar para que el número se convierta en capicúa, tendremos que las matrículas 0121, 0101 y 0127
distan exactamente lo mismo (es decir, 2) de ser capicúa. Si decidimos que las matrículas cuya distancia a capicúa es menor o igual que 1 son casi capicúas, entonces ninguna de estas tres lo será, y además las tres serán exactamente igual de casi capicúas.
Incluso en este caso tan simple, si se lo presentamos a varias personas, seguramente tendremos varias opiniones distintas:
- Algunos dirán que la matrícula 0101 realmente es casi capicúa, ya que con intercambiar los dos últimos dígitos ya se convierte en capicúa.
- Otros dirán que, obviamente, la matrícula 0121 es más casi capicúa que la matrícula 0127 ya que, aunque cambie el mismo número de dígitos, los dígitos a los que se cambia son más cercanos.
- …
Y así, tendremos todo tipo de opiniones distintas de lo que es ser casi capicúa.
Por más que refinemos la función de distancia, así como el umbral, siempre tendremos opiniones a favor y en contra de los resultados obtenidos. Mientras que la definición de capicúa es sencilla y concreta, la de casi capicúa incluye una gran subjetividad, por lo que será necesario sentarse con cada individuo para definir su función de distancia y su umbral.
Y, ¿a qué viene todo esto?
Habitualmente, nuestro trabajo, en lo que a la optimización se refiere, consiste en construir motores de optimización que proponen soluciones a los problemas de nuestros clientes. Dependiendo del sector, pueden ser Asignadores de Turnos, Planificadores de la Producción, Optimizadores de Rutas, etc.
En todos estos casos, la aproximación inicial es la de construir un motor que, al inyectarle unos datos de entrada, devuelva una solución viable y buena (ver post anterior). Aunque esta aproximación parezca, en principio, suficiente, ante la pregunta:
¿Y si alguien se pone enfermo? ¿Y si una máquina se avería?
La respuesta es siempre la misma:
Entonces queremos replanificar, e intentar cubrir el hueco modificando lo menos posible la planificación ya publicada.
Escuchando esto, es fácil que un consultor no muy experimentado tome nota y se vaya, satisfecho de haber sacado este último detalle.
Pero, si hace un rato estábamos viendo la subjetividad que se incorporaba al preguntarnos si una matrícula es casi capicúa, es fácil imaginar la complejidad que hay detrás de la frase
… modificando lo menos posible la planificación ya publicada
¿Qué significa para nuestro cliente modificar lo menos posible? ¿Es mejor hacer el mínimo número de cambios o bien es preferible hacer más cambios, pero que tengan menos impacto? En el segundo caso, ¿cómo definimos impacto? ¿Nos referimos al impacto sobre el trabajador, o el impacto sobre la empresa? ¿O ambos?
Cuando un buen consultor recibe una respuesta así, es posible que la mejor reacción sea tomar nota e irse, pero en ningún caso con la sensación de haber cerrado un tema. La realidad es que, en lugar de cerrarse un tema, se ha abierto otro, y no hay que subestimar la dimensión de este nuevo tema abierto. Extraer toda la subjetividad que se esconde tras esta inocente frase puede ser una tarea de semanas, en el mejor de los casos.