Cuatro y media de la mañana del domingo, en pie para hacer el ritual en casa antes de recoger a Mario a las seis para llegar con tiempo a Cercedilla y no pasar apuros con la recogida del dorsal.
El día climatológicamente es perfecto, sol con algo de viento y seguramente arriba en las cumbres sople más pero será de agradecer. Y para la hora que lleguemos a meta apretará el calor.
Todo bien, hoy no hay nervios, solo pasa una cosa por mi cabeza, has llegado…disfruta. Cuenta atrás y salimos a las ocho como estaba previsto.
El grupo de corredores se estira por las calles hasta llegar a la primera rampa donde ya solo hay una fila y cada uno coge su ritmo. Aquí me dijo el maestro que hasta el puerto de Navacerrada intentara llevar un buen ritmo porque luego ya habría tiempo de andar.
Pero he debido de acostumbrar a mis piernas a ser perezosas al principio y a no querer sufrir, las noto hinchadas pidiendo oxigeno dentro de las medias de compresión,” bendito invento”. En estos primeros kilómetros hago un chequeo mental de dolores que he tenido durante estas últimas semanas y me sorprendo al tenerlos atenuados.
Mi maestro de ceremonias del que hablaremos más tarde, me va haciendo de guía avisándome de imprevistos o mejores zonas de paso, madre mía, es como llevar el gps incorporado delante de tus gafas.
La subida hasta Bola es paso a paso y a mi ritmo nada de cebarse, estás al principio y con tanto corredor alrededor puedes calentarte innecesariamente. Arriba como pensábamos soplaba fuerte pero se agradecía, y en la bajada a Cotos tomamos nuestras precauciones para no sufrir ningún percance.
Avituallamiento en el puerto de Cotos, naranja, plátanos y líquido nada más para acometer la subida a Peñalara donde las cuestas empiezan a hacer acto de presencia y yo comienzo a volverme «reservón» andando más de lo debido en este tramo mientras “la máquina” quería que trotara aunque fuera muy despacio.
¡Venga, un poquito más que el avituallamiento está ahí arriba!, no para de alentarme mi lazarillo particular y darme consejos para poder seguir en esta carrera. Las personas que te atienden te infunden ánimos y admiran el esfuerzo que estamos realizando.
Su cometido, la del voluntario de carrera, merece un comentario aparte, horas antes en los puestos, soportar las condiciones climáticas que a partir de aquí se hicieron más adversas por el viento para ellos, pero de agradecer para nosotros, porque nos salvó de que desde aquí hasta llegar al puerto de Navacerrada pasando por el tubo de Cabezas, no nos sintiéramos como en un horno.
Coronamos Peñalara, bastones en las manos y se va notando la altitud, viento fuerte, unas fotos para los patrocinadores y estirar dos minutos para empezar el descenso otra vez al puerto de cotos que lo hacemos con cuidado por la cantidad de piedra suelta que hay por el camino. Cargamos pilas otra vez con algo de comida y bebida y nos dirigimos hacia Cabezas de hierro.
¡Ahora comienza el maratón! Me dice Mario, miro el reloj y llevamos ya más de 25 km. Pero nos adentramos en el tramo donde el desnivel es muy duro. Continuo con mi ritmo de tortuga y cuando viene una rampa algo más exigente me pongo a andar, menos mal que me da una tregua “Pepito Grillo” y dice que nos refresquemos en un riachuelo, me enjuague la boca, porque de aquí hasta la cima no hay nada más que pendiente.
Ahora me aparece todo el cansancio de golpe, los pasos son muy cortos pero acordándome de plantar todo el pie para traccionar y ayudarme de los bastones para tirar de brazos, pero no tengo fuerzas. Esta zona es la del sufrimiento, la de sacar todas las horas de entrenamiento que llevas en la cabeza para aguantar hasta arriba.
Un pequeño descanso, agua del deshielo para rellenar bidón unas fotos y mirar siempre mirar el paisaje que nos rodea. Ahora toca guardar los bastones y hacer de hombre araña para acometer el último tramo, son bloques de piedra donde utilizas las manos y brazos para avanzar. Me sirve de descanso mental y físico porque es otro ritmo y diferentes apoyos, pero las fuerzas están muy justas.
Estamos arriba, por fin, la vista es impresionante y el viento esta vez nuestro aliado porque no quiero imaginar esta subida con un calor tórrido que derrita hasta las piedras. Bajada hasta el puerto de Navacerrada con mucho cuidado porque lo más fácil es tener una caída y echar por tierra todo el esfuerzo del día e incluso de la temporada.
Por el camino dejamos dos repechos que hacen que me tenga que dosificar porque estoy justito de fuerzas y queda la bajada desde Guarramillas hasta el puerto donde los cuádriceps sufren lo suyo para sujetar al resto del cuerpo.
Ya estamos abajo y ahora hay que dejarse caer hasta Cercedilla, parecía que iba a ser más fácil pero según avanzo hacia el final de la carrera más lejos veo la línea de llegada, voy cada vez peor, pero sé que estoy cerca y saco el resto de fuerzas que me quedan en mi cuerpo para engañar a mi cabeza y poder seguir.
Se oye el ruido de la megafonía, estoy cerca, último repecho sin pararme, ni andar, ni mirar atrás, de repente todo el cansancio desaparece y un hormigueo y sensación de satisfacción recorre todo mi cuerpo según voy dando las últimas zancadas. Cuando paso la línea de meta no puedo seguir más, tengo que parar y sujetarme en mis piernas, ha sido muy duro pero el objetivo está conseguido, he terminado mi primer maratón de alta montaña y el primer punto que necesito para mi gran reto. He sobrevivido al MAM!!!
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